miércoles, marzo 29, 2006

Mamá fue puta.


Mamá fue puta. En realidad fue actriz porno, pero aquí, un país donde hasta ayer cualquier mujer con dos dedos menos de largo de falda o capaz de sostener la mirada a un hombre, es ya puta sin remedio, no está la cosa para sutilezas. Mamá se hizo famosa. Ganó mucho dinero cuando empezaró a salir por la tele y cuando pudo cobrar por ir a las fiestas de gente rica. Luego se hizo poner tetas más y más grandes, conoció a Jandro, tuvo a mi hermano Alex, riñó con Jandro, se casó con mi padre, discutieron y Papá se fue. Luego quiso tener otro hijo, esta vez sin padre, así que ahora está otra vez esperando. Una niña, le dijo el doctor.
Le pregunté a mamá si mi hermana será también puta y ella me miró pensativa y luego me dijo: Ya veremos. Lo dijo como si no se hubiera parado a pensarlo antes, como diciendo: Bueno, es una idea.


Mi hermana tiene padre, claro, no se pueden tener niños sin padre, sólo que nunca lo va a conocer. Mamá dice que está harta de tener maridos, aunque sigue interesada en los hombres. Es sólo que no quiere que vivan aquí. Ahora mamá tiene dinero, sabe cómo ganarlo sin trabajar de puta, así que no necesitamos más hombres en casa, le basta con que vengan de visita. A mi hermano no le gusta que mamá haya sido puta porque eso le obligaba a pelearse con otros niños cuando le llamaban hijo de puta. Antes eso no me gustaba ni lo entendía bien, porque cuando la gente se enfada llama hijos de puta a todo quisque, sean putas sus madres o no, que suele ser que no. Ahora lo veo de otra manera.

Ser puta no debe ser tan malo, porque las mujeres tienen envidia de las putas y a los hombres les gustan. No hay más que ver las caras que ponen las madres y los padres cuando mamá viene a recogernos, sobre todo si está de paso para ir a una fiesta y va vestida para la ocasión, que yo la he visto llegar, sonreir, saludar y al cabo de poco ya hay tres o cuatro parejas de padres riñendo por lo bajo, que la tensión se palpa en el ambiente.

Hasta hace poco creía que en casa simplemente teníamos dinero, pero hoy creo que mi madre es una mujer importante. Marisa, la chacha, dice que ha conocido a muchos peces gordo y que, a pesar de que sale mucho por la televisión, es una mujer que vale más por lo que calla que por lo que dice.

Mi hermano y yo somos muy diferentes. Él siempre que oye o ve algo que le gusta o que no va y lo larga, si se enfada grita, es muy hablador, muy gritón. Yo soy muy callado y no me arrepiento de serlo. En una casa como la mía uno se entera de muchas cosas si es callado y si se mueve silenciosamente. Por ejemplo, aunque me voy pronto a la cama, suelo quedarme leyendo hasta tarde. Tengo buen oído y cuando suena el timbre por la noche suelo asomarme a la escalera y veo qué visitas recibe mi madre.

Cuando viene a Madrid, Tommaso siempre pasa la noche en casa. Viene siempre tarde y mi hermano, que es un lirón, ni siquiera sabe que existe, pero yo lo conozco bien hace tiempo. Hace poco lo he visto salir por la tele, vestido con faldones rojos, con una gorrita en la cabeza, hablando con otros que iban vestidos como él, y era que estaban reunidos para elegir al nuevo Papa.

Marisa también es habladora, aunque no es gritona. Suele comentar cosas de mamá con la cocinera cuando cree que nadie más la escucha. Un día la oí decir: Como algún listo se entere de la cantidad de grabaciones que tiene esa mujer guardadas en el sótano se va a montar un problema de Estado. A veces pienso que si yo fuera mujer también sería puta.

sábado, marzo 04, 2006

El cuento de Mati.


- Hola, gato.
- Hola, Mati.
- Esta vez soy yo el que quiere escribir un cuento.
- Pero, Mati, tú eres ágrafo, no tienes costumbre. ¿A qué viene esto ahora?
- Yo puedo escribir un cuento por lo menos tan bueno como los que escribes tú.
- No lo sé, Mati, nunca he leído nada tuyo.
- Además, no puede ser difícil, si haces que sea lo bastante corto.
- Tal vez. Pero sí es importante que tengas una buena idea. Y será mejor que sepas de antemano cómo va a terminar.
- O no. A lo mejor basta con ponerte a escribir y dejar que las ideas vayan llegando.
- Eso puede funcionar, a veces. Pero a mí me pasa pocas veces. La verdad es que da gusto notar cómo el cuento se escribe sólo. Parece como si uno se se enterara de la historia después de que las palabras aparezcan en la pantalla, como si alguien dentro de uno fuera quien la estuviera escribiendo. A mí me pasa con mis demonios. Pero, con frecuencia, no funciona así. Por eso es mejor saber qué vas a escribir. Al fin y al cabo, eso no impide que aparezca el demonio de turno, que te quite la pluma de la mano y que compruebes con asombro y regocijo cómo el cuento toma su propio camino, cambia tus previsiones y se escribe sólo. Y casi siempre es para mejor.
- Bueno, yo voy a empezar.
- Bien inténtalo. Pero, hazme caso, parte de una idea. Aunque luego la cambies. O se cambie ella sola.
- Está bien. Se trata de un asesinato.
- Ajá. Veamos: inicio que haga atractiva la lectura. Perfil y breve descripción de la víctima. Situación en el tiempo y el espacio. Contexto. Arma. Móvil. Sospechoso o sospechosos. Perfil y breve descripción del culpable. Momento en el que se conoce al culpable. Remate del cuento. Final con sorpresa. Bucle o guiño con vuelta al inicio del cuento (Cuento redondo). Fin. Lectura y primer repaso. Corrección de errores. Segundo repaso. Últimas correciones. Final definitivo.
- Eh... ¿estás intentando confundirme o disuadirme?.
-No, Mati, es que las cosas son así, es mejor asegurarse de que hay agua antes de tirarse a la piscina. Dime, ¿cómo empieza tu cuento?.
- Es una vieja que vive sola. He pensado en matarla envenenándola de una manera original. Con nicotina. Con parches de nicotina.
- Las viejas que viven solas se pueden tirar meses muertas sin que nadie las eche en falta, así que tendrás que hacer algo al respecto. Si nadie lo solicita, es muy habitual que vayan directamente a la tumba sin pasar por la sala de autopsias. Total, lo natural es morirse de viejo y una vieja es eso, vieja. También tendrás que hacer algo al respecto. Si no recuerdo mal, los parches de nicotina contienen un máximo de 0,94 miligramos de sustancia activa. La dosis mortal de nicotina está sobre los 60 miligramos, así que vas a necesitar unos setenta parches de cinco por seis centímetros, lo que hacen una superficie de unos setenta por sesenta centímetros, algo así como media espalda. Guau, resulta laborioso. Si quieres que parezca suicido o envenenamiento accidental, hay que ponerlos en la tripa y en los costados. Si hay que colocarlos por la fuerza, ¿cómo lo vas a hacer? Tendrás que atar a la vieja o darle algo que la deje sopa. Luego, ármate de la paciencia: la nicotina de los parches se libera poco a poco, piensa que están fabricados para que su efecto dure muchas horas. O sea, que no morirá de golpe. Quizá tengas que recalcular la dosis mortal al alza, porque conforme la nicotina entra en el organismo éste intenta eliminarla, de modo que tal vez no se alcanza nunca la concentración suficiente en sangre. Si la toma por boca, vale, sesenta miligramos y a otra cosa, sobre todo si es canija y flaca. Eso parece más sencillo. Aquí el problema es conseguir una dosis concentrada. Habría que recurrir a los preparados comerciales como insecticidas, pero no se venden en cualquier sitio, y no a cualquier persona. Para los venenos que se absorben a través de la piel sería más sencilla una trama en la que una joven se pone bronceador o crema hidratante debidamente envenenada. Yo que tú la mataría de otra manera.
- Está bien, es demasido complicado, probemos otra cosa.
- Hagamos que ella se compre un deportivo rojo. Su único sobrino, viendo que peligra su herencia si la vieja sigue con sus excentricidades, decide matarla.
- Sí bueno, parece una idea mejor.
- Mucho mejor. Veamos cómo.
- Cómo qué.
- Cómo la mata.
- Ah. Es que no sé... Podía serrarle los frenos al coche, pero lo mismo vale una pasta y siempre sería una pena mandar al diablo un coche nuevo tan bonito.
- Contando con que lo mismo el coche se destroza, ella sale ilesa, demanda al taller, los peritos revisan el coche, lo que quede de él, y descubren el pastel, con lo que matarla se pone un punto más difícil. Es lo que tienen las viejas: que son difíciles de matar.
- Bueno, pues, entonces, hagamos que su sobrino la coja por las patas cuando está tendiendo la ropa y la tire al patio interior.
- Mala idea, por los mismos tendedores. Ya estoy viendo a la vieja cayendo, rebotando de tendedor en tendedor para ir a caer en los brazos de un vecino al que contarle, allí mismo, que su sobrino la ha tirado por la ventana.
- Los tendedores, claro... buf, qué lío.
- ¿Por qué no le das morcilla? Es sencillo. A la vieja le gustan las morcillas. Es más, la vuelven loca. Así que su sobrino le lleva una de esas morcillas que le acaban de regalar y que él no puede tomar por aquello del colesterol. Lo ideal es que la vieja esté tomando un anticoagulante y que la morcilla lleve, precisamente, ese mismo anticoagulante, pero en cantidad. Lo lógico es que la mate una hemorragia cerebral, así que el forense, como ya tiene una causa para la 'muerte natural' en una vieja, no va a ir mandando el contenido del estómago a tóxicos. Es fácil, sencillo, cómodo, limpio y no deja rastros. Si
se hace autopsia y análisis toxicológico, cualquiera diría que fue la propia víctima la que se envenenó, intencionadamente o por error.
- Bien, eso puede servir.
- Conviene que te hagas con un poco de vocabulario técnico. El anticoagulante tiene un nombre químico y conviene que lo repitas: dicumarínico.
- Cumarínico.
- No. Dí dicumarínico.
- Didicumarínico.
- No joder, Mati, estás tonto: De, i, ce, u, eme, a, erre, i, ene, i, ce, o.
- Bueno, mejor me lo escribes luego. ¿Qué viene ahora?
- Ahora tienes que decidir cuándo se entera el lector de que el asesino es el sobrino: si desde el principio o sólo al final. Si lo haces al final, puedes tener opción a una historia de intriga y suspense. Si lo haces al principio, tienes que dejar un elemento sorpresa para el final.
Entonces fue cuando Mati comenzó a mirarme de una manera rara. Tenía el ceño fruncido y se notaba que estaba haciendo un enorme esfuerzo mental. Estuvo así mirándome un rato. Luego abrió muchos los ojos y me habló.
- ¡Joooder, gato, joooder! ¡El pescatero, gato! ¡Tú lo sabías, gato, no lo niegues! ¿Cómo te enteraste de todo?
En efecto, hacía cosa de un año la tía del pescatero, una vieja sarmentosa y enérgica, con una salud de hierro, había fallecido repentinamente dejando toda su herencia a su sobrino y único pariente, pocos días después de haberse comprado un deportivo nuevecito.
- Bueno, Mati, el hombre sufría viendo que su herencia peligraba, así que yo le dí unas ideas.
- ¡Jooder, gato! ¡Le dió unas ideas, dice! ¡Jooder, gato! ¡Y él la mató, gato, es un asesino! ¡A la policía! ¡Hay que ir a la policía!.
- Mati, traquilízate.
- ¡Ni tranquilo ni hostias! ¡Yo lo denuncio! ¡Lo voy a crujir!
- Mati, ni tú ni yo sabemos nada. Y si tú dices que lo sabes tendrás que explicar por qué lo sabes o cómo lo sabes. ¿Qué vas a decir? ¿Que te lo ha contado un gato?
- ¡Pues haré una denuncia anónima!
- Ella fue incinerada, hace un año, y sus cenizas están dispersándose por los siete mares. No hay pruebas, Mati, no hay nada que hacer, así que cálmate. Lo mejor será que calles y que no hagas enfadar a un tipo sin escrúpulos como él. La historia que tuvo con Hortensia es agua pasada, créeme, así que olvida tus estúpidos celos y llévame a la pescadería. Es hora de recoger mi ración de los viernes.