viernes, enero 06, 2012

Somos exóticos.

Los gatos tenemos poco que envidiar a los magos de oriente. Somos exóticos por naturaleza ya que somos oriundos de Egipto, ya estábamos allí cuando se construían pirámides y era impensable un país, un imperio, sin un río Nilo con sus periódicas inundaciones, sin inacabables ristras de dinastías de faraones y sin inacabables listas de dioses con cuerpo de hombre y cabeza de animal. Era necesario observar un buen comportamiento, había que dar de comer al habriento, de beber al sediento, vestir al desnudo y dar una barca al náufrago, si uno quería salir al Occidente y dsifrutar eternamente de la Campiña de las Juncias.

Los gatos, amigos, somos valiosos. ¿Cómo podríais, si no, tener un tigre en casa, si no es teniendo un gato? En el mundo real, ahí afuera, no conviven en paz el lobo con el cordero: ¿cómo podría pastar un lobo? En cambio, puedes tener un tigre en casa a cambio de darle diariamente algo de pescado. Sigue sin ser el paraíso: puede que un día oigas piar dentro de tu cocina y al volverte compruebes que se trata de gorrión, todavía vivo, entre la fauces del gato, que se dispone a dejarlo a tus pies, como quien presenta una ofrenda. Pero ya hemos quedado en que se trata de un tigre, tanto como puede serlo para que tu vida y la de los tuyos pueda seguir su curso.

Somos, decía, exóticos como los magos de oriente. También somos de oriente, aunque no de tan al oriente, y hemos encontrado nuestro camino al occidente. Llegamos en nuestras barcas de Osiris, viajando de noche, no podría de ser de otro modo, eludiendo el peligro de Apofis. Al final de viaje, sin embargo, no nos encontramos con la Campiña de las Juncias, no hay aquí paraíso, aunque a veces acabamos por acomodarnos y por lograr un buen pasar.

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