viernes, abril 27, 2012

Ofensa irreparable.

Esa mujer, Jenaro, no requiere de prolegómenos ni de largos circunloquios. No hace falta un tacto exquisito para solicitar sus favores. Un par de miradas descaradas, una inclinación de cabeza, un simple gesto con la mano y aceptará que la empales con tu rígido miembro. Y, si acaso tu verga se mostarara algo perezosa y no muy firme, puedes hacerlo entrar en su boca sin previo aviso, que ella lo aceptará sin rechistar y maniobrará con energía y con buen oficio. De esa mujer, Jenaro, cualquiera diría que puedes tomar todo lo que se te antoje, seguro de que no te lo impedirá. Pero tú ya te has cansado de ella hace tiempo y quisieras dejarla o que ella te olvidara. Entonces, Jenaro, ¿no hay modo de lograr que ella te rechace y abomine de ti, y no quiera ya verte más? Un modo hay, te lo aseguro: pídele que te cosa los bajos de las perneras del pantalón, pídele tan solo que te cosa un simple botón y se sentirá tan ofendida que tendrás garantizado su rechazo para siempre.

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