lunes, enero 02, 2012

Gente de leyes.

Una enfermera con fama de extravagante ha suministrado a un paciente terminal una dosis de morfina diez veces mayor que la prescrita. Cuando ha comprendido su error ha tratado de ocultarlo enmendando las anotaciones del registro, pero solamente ha logrado dejar constancia de su intención de ocultar los hechos. El paciente es cadáver al iniciarse el turno siguiente, por la mañana. A la vista de las anotaciones emborronadas se da aviso a la supervisora y a la dirección. Se cruzan rápidas consultas telefónicas con expertos legales. Los abogados aconsejan callar, toda vez que el fallecido había sido deshauciado y que los parientes, que no conocen los hechos en todos sus detalles, no han presentado reclamación alguna. Los responsables médicos insisten en la gravedad de lo ocurrido, pero los abogados tienen claro que no hay razones para molestar al juez. Y no se presenta denuncia alguna.

Está el mundo de la gente de leyes y está el mundo de los sanitarios. Y a veces parecen de planetas distintos. Si ahora hay que apartar de sus tareas a quien se ha portado como un ángel de la muerte, ¿qué harán los leguleyos: facilitarán la retirada de la peligrosa enfermera o, ante la ausencia de denuncias, intentarán que siga en su puesto?

¿Por qué será que a veces parece que se premia la mediocridad y se ampara la incompetencia?

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